Miguel Ángel Delgado y las flores muertas de la Jara

Una pena sincera recorría los corrillos de aficionados por la mutilación de la corrida de Flor de Jara. Y después todavía más. Seguro que los veterinarios se cargaron de razones, pero Madrid ha dado un salto en el tiempo para volver a instalarse en el toro monstrenco. Nueve días de San Isidro lo constatan.

De los santacolomas de Aragón Cancela, reducidos a cuatro representantes de diferentes moldes, despertó el lindo segundo con una viva salida. Un cromo de chato hocico, bajito y recortado. La badana caía como el relieve del mapa de España por la esquina de Portugal hacia Huelva. Pareció dañarse momentáneamente al abandonar el peto por vez primera. Superó el duro escorzo. Fernando Sánchez majó un soberbio par de banderillas. Desde el burladero del "7" se desmonteró tímidamente sin poder asomarse.

Miguel Ángel Delgado fue generoso con la distancia. Muleta en la izquierda de inicio. Y el toro acudió en cuatro naturales que lo dejaron muy a su aire. Delgado cambió de mano y, cuando dibujaba el redondo con lentitud, un palotazo interrumpió la serie. Habían quedado un par de muletazos prometedores. Pero en la siguiente tanda se vio que no fue el accidente la única causa: el cardenito humillaba con nobleza en los dos primeros pases pero no tenía el tercero ni el cuarto. Faltaba viaje y se quedaba encima. Delgado los aprovechaba con fino trazo y usaba las distancias en busca de la inercia. Por la zurda también se lo quiso hacer con clasicismo. Una espaldina sorprendió en la penúltima tanda. Antes de las bernadinas de ajuste. Atacó el sevillano de Écija la suerte suprema con rectitud de vela. La estocada se pasó de la cruz para hundirse un tanto contraria. Oiría en justicia una ovación en el tercio.

El remiendo de San Martín -qué gratos recuerdos de Pepe Chafik- que hacía quinto se montaba casi ensillado. Por hechuras y pinta hay quien hubiera apostado por una cruza... Toro mentiroso además. De más guasa de la que aparentaba en su falso pacifismo. Miguel Ángel Delgado resolvió con el desencanto propio su situación. Ni para arrimarse valía.

 

Fernando Robleño no consiguió sacar de la dormidera al toro que estrenó la tarde bochornosa. Distraído apareció en el ruedo, siguió distraído a la altura del palillo de la muleta y distraído murió. Pensando en la musarañas le cayó un metisaca como una colleja. Robleño casi se disculpó por ello.

Tampoco mejoró su suerte, ni la del personal, con el negro, degollado y hocicudo cuarto, que se tapaba bajo sus velas. Ni poder ni casta. FR prologó también esta faena con toreros doblones. Y como en la anterior su curtido y contrastado oficio no sirvió con el santacoloma aguado, que cuando no derrotaba por arriba se quedaba por abajo.

Diego Silveti anduvo animoso con el capote con el estrechito tercero de pinta cárdena clara. De las verónicas de la salutación a las tafalleras del quite abrochadas con vistosa revolera. Robleño intervino en su turno con temple y una media garbosa. Silveti principió por los péndulos del tío Alejandro. Él y Emilio Oliva los popularizaron en los 80. Ahora son una plaga. El torito de Flor de Jara ni se comía a nadie, ni descolgaba, ni decía mú. El nieto del Tigrillo de Guanajuato anduvo solvente hasta unas bernadinas como despedida.

El cárdeno de San Martín que cerraba la corrida de la desilusión por las flores muertas de la jara se dejaba con menos fe que la Pasionaria. Silveti quiso creer o creérselo. Ejercicio de dignidad de Diego cuando la gente ya sólo miraba el reloj. Buena estocada como rúbrica.

FLOR DE JARA | Fernando Robleño, Miguel Ángel Delgado y Diego Silveti

Monumental de las Ventas. Sábado, 14 de mayo de 2016. Novena de feria. Casi tres cuartos de entrada. Toros de Flor de Jara, tres cinqueños, desiguales, en el límite de su tipo, y dos de San Martín (5 y 6); muy descastados, vacíos, mentiroso y con guasa sorda el 5. Fernando Robleño, de azul pavo y oro. Metisaca en los blandos (silencio). En el cuarto, pinchazo, estocada y descabello (silencio). Miguel Ángel Delgado, de malva y oro. Estocada contraria (saludos). En el quinto, estocada y dos descabellos (silencio). Diego Silveti, de sangre de toro y oro. Estocada tendida y dos descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, estocada (silencio).

Fuente:  http://www.elmundo.es/cultura/2016/05/14/57377ae2ca4741cd5a8b4618.html

Categoría: GENERAL Lunes 16 de Mayo del 2016